Saúl Briceño Fernandez.- Digan lo que digan, el mes de diciembre es el mes rey del año, por lo menos en Venezuela es así, más en los andes, donde la gente se va preparando para celebrar la navidad, que significa la época más especial del año, en donde disponemos del permiso para expresar nuestros más nobles sentimientos por medio de detalles, caricias y palabras amable, una época especial de acercamiento y compartir con los amigos y la familia, para reforzar y alimentar el vínculo de amor y amistad.
En los pueblos andinos es extraordinario el esmero por cuidar la originalidad del pesebre como símbolo de recogimiento y compartimiento en familia, para celebrar la natividad del niño dios. La hallaca andina es el centro de la gastronomía decembrina; cada familia tiene sus secretos o toques para hacer de la hallaca la reina de la mesa, luego viene el ponche, la guarapíta, leche de burra, dulce de lechosa, el famoso pernil, la gallina rellena a todo dar. La chiquillería y muchachada con sus estrenos visitando casa por casa, conjuntos de aguinaldos que le daban mayor vistosidad a tan humanos festejos. La espera de las doce de la noche ante la expectativa de la llegada del niño Jesús es el eje de la celebración navideña.
Las cartas que le escribíamos al niño la colocábamos en el pesebre, debajo de la cama o dentro de un zapato pidiéndole unos patines, bicicletas, balones, juegos y cuanto antojo imaginábamos como niños. Siempre nos traía algo, después supimos las razones porque nunca nos traía el juguete anhelado, pero el niño dios nos daba el regalo mayor: la alegría sincera de un niño, la ingenuidad como señal de pureza humana, el anhelo de vivir sin barreras, nos permitió ser niños y ver la vida desde la natividad, puesto Jesús fue un niño que nació en un establo humilde, sin riquezas materiales pero si con la grandeza espiritual, que más tarde le permitió combatir a reyes e imperios, que sucumbieron ante el poder de su palabra y de sus milagros.
No ha nacido ni nacerá hombre que perdure más en la mente humana que ese que reconocemos como el hijo de dios, por su palabra, por sus obras. Todavía siendo adultos, leemos en la alegría de los niños el verdadero sentido de la navidad, pienso que es un mes de los hombres queriendo ser niños en su interior espiritual. Un día Jesús andando con sus profetas les dijo:”Dejad que los niños vengan a mi” como una manifestación de proteger la inocencia de un niño, precepto que todo Estado debe asumir como la mayor de sus responsabilidades, a tenor de que los niños son la espiga de la patria, sino se cuida la semilla la planta y el fruto se marchitará, y a manera de parodia, el cuerpo social se debilita y se corrompe. Feliz navidad, tenemos un gran país por el que nos la jugamos todas con trabajo y honestidad, un país para todos. Así siento la navidad cada vez que converso con los yo es que deambulan en mi mente, yo es que descubro que no son míos pero permanecen ahí como fantasmas humanizados en esa marea que llamamos vidas.
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