miércoles, 11 de enero de 2017

CUENTO: " EL ABUELO DEL CONUCO " ( AUTOR SAÚL BRICEÑO FERNÁNDEZ, 2016 )

Siempre recuerdo a mi inolvidable amigo Juán Andrés. Han pasado muchos años de los incidentes de que ahora cuento; pero a pesar de ello, los traigo a colación con cierto recelo y diría con cierta reserva, que prefiero que antes que sean creídos o considerados inverosímiles lo tomen como algo producto de mi imaginación o una borrachera de ficción de un echa cuentos para recrear al lector.
Ahora bien, estando ya fuera del alcance de la justicia humana el personaje con el que más directamente se hallan relacionados los hechos, es loable y posible relatar el caso de manera que no cause perjuicios a nadie. Habíamos salido juan Andrés y yo a recorrer como de costumbre la plaza del pueblo, entramos a la panadería de los españoles Castrillón, donde se daban cita los parroquianos del lugar a disfrutar un cachito, café, pizza o cualquier delicates que hacía la estancia más placentera.
Regresamos a eso de las 7 pm cuando ya la ciudad comenzaba a asomarse como una pesebre de luces. Al llegar a nuestra casa, Juan Andrés prende la luz de la sala y al instante suena el teléfono una y tres veces más, lo que atrae la atención de mi amigo. Al otro lado del auricular se deja oír una voz anónima, que le anuncia algo, que estremecerá la opinión pública del pueblo, por las consecuencias morales de los implicados en los tristes sucesos.
Desde hace  mucho tiempo – decía el interlocutor anónimo – siendo un niño de apenas 10 años pude ver cuando su padre, un acaudalado propietario enterraba a media noche un centenar de monedas de oro y otras prendas de incalculable valor; para ello, se llevó al hijo del mayordomo, que era mudo y analfabeta, su nombre era Marcial y le decían ” Cigarrón” quién se encargó de abrir la fosa revestida de ladrillo cocido y sus respectivas tapas, encima de ella se sembró un naranjo, que sólo él y su padre juraron  guardar el secreto y que en caso de fallecer el segundo, quedaba comprometido de revelarle a su esposa el secreto.
Rondaba yo los 30 años -decía el extraño- cuando el mudo Marcial murió en extrañas circunstancias. Luego de oírlo por un buen rato -Juan Andrés pregunta- Y a fin de cuentas ¿Que interés le mueve a usted en llamarme?, sencillo -replicó el extraño- usted lo sabe. Ya Juan Andrés, sospechaba la calaña de bandido con quién trataba. Intuía para sí dos interpretaciones lógicas en este tipo de conducta: la primera, que el bandido era necesario, por cuanto era el único que conocía el secreto después de su padre; la segunda se abría como un abanico de interrogaciones, entre ellas ¿cual  fue la causa de la muerte del mudo?, ¿Quién mató a Marcial?, ¿Que interés había de por medio para matarlo? Para ello Juan Andrés debe identificar al misterioso, que a su juicio, conocía muy bien a toda su familia.
Las llamadas iban y venían en cuanto a días y meses. Su padre era buen comerciante de granos y ganado, que le permitía relacionarse con todos los comerciantes del pueblo. Dándole tiempo al tiempo, Juan Andrés se convirtió en un investigador obsesionado, por esclarecer lo que para él era un punto de honor. Visita varios comerciantes y comienza a atar cabos, que lo llevan a ir esclareciendo la trama.
El mudo -dijo un comerciante- siempre llegaba a mi negocio y consumía una botella de “Ron Santa Teresa” que le provocaba delirium tremens, es decir, hablaba con incoherencias. De esta manera, siempre se le veía acompañado de un hijo natural de Don Antonio, quién nunca lo reconoció ni se lo hizo saber a su hijo de matrimonio.
La noche que apareció Manuel muerto había estado en el local comercial de Miguel Marín -de origen Canario- y según él, Marcial se despidió bien borracho en compañía de un sujeto , cuyos rasgos físicos eran parecidos a Don Antonio. Con estas evidencias, Juan Andrés solicita al jefe civil y al juez del pueblo, que interroguen al Mayordomo, así lo hacen: ¿A que edad su hijo conoció a Marcial? A la edad de 10 años- luego pregunta ¿cuantos años tenía su hijo cuando mataron a Marcial? 30 nos responde. ¿Quién cree usted que tumbó el naranjo y profanó el secreto de Don Antonio? una persona de mucha confianza- contestó- La última pregunta fue de este tenor: Después de usted, Don Antonio, Juan Andrés, quién más tenía derecho a entrar a la propiedad? No tengo duda, señor Juez: mi hijo Herminio, ahijado de mi patrón. Herminio confesó el crimen y esclareció su dudosa paternidad- que según su madre muerta -su verdadero padre era quién hasta ahora fingía ser su padrino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario