jueves, 12 de enero de 2017

CUENTO: " MI ANILLO DE GRADUACIÓN" (AUTOR SAÚL BRICEÑO FERNÁNDEZ,2013 )

Hay alegrías que se esfuman; así pasó el día en que el “Negro Albino”, por fin se graduó de bachiller en un conocido liceo del municipio Trujillo, conquistó su primer laurel en calidad de “jubilado”, luego de haber pasado 9 años en incansables batallas con las “Tres Marías”, no era para menos, éstas le tenían el motor fundido como estudiante.
Albino nunca fue aplicado, pero sí, astuto e inteligente, lo llamaban el “Rey de las Chuletas”, cualidad que le permitió saber que en el “multígrafo” estaba su futuro, puesto que allí los profesores llevaban los borradores, para multigrafiar los temibles exámenes que teñían de rojo los boletines de notas, los susodichos exámenes eran entregados con mucho celo a un bedel que llamaban “Mantequilla”; por cierto, muy apreciado por alumnos y profesores.
Cuando venían los exámenes, se le oía decir “¡No queda otra, nos salva Mantequilla!”, activando su modus operandi, que consistía en montar vigilancia al multígrafo de lunes a viernes. Al multigrafiador nunca le faltó su desayuno ni ciertos favores monetarios; así, con traspiés y todo, logró graduarse de bachiller en Humanidades. Recibió su título y su anillo de oro 18 kilates, con una piedra montada sobre el bisel del mismo, modelo “ojo de buey”, que se convirtió para él en una especie de amuleto, siempre que conversaba o tertuliaba, hacía ademanes con sus manos, para hacer posar las miradas de los contertulios sobre aquella joya sin la cual no era nadie.
Sin embargo, al año siguiente pierde la prenda en una jugada de ludo; luego de haber pasado empeñada en infinidad de bares de la localidad.
Ahora viene lo bueno; para la década de los 70, las tres universidades más acreditadas eran la UCV, ULA y LUZ. Una noche, Albino prepara sus maletas y aborda un bus de la empresa de transporte Las Delicias, que cubría la ruta Trujillo-Caracas, con el propósito de estudiar filosofía y letras, selección que hace por razones obvias.
Pasó 10 años en la UCV, mejorando su modus operandi hasta que culmina su carrera que lo deja ahíto de alegría y placer por tres cosas: el título, el discurso del rector José María Bianco y el anillo de promoción. Regresa a Trujillo, no sin antes, tener una trifulca con el “Lusitano” dueño de la pensión donde pernoctó toda su vida como estudiante, la deuda era inauditable en alquiler y comida. Siempre recordaba la maldición del europeo “El que la hace, la paga”.
El Negro Albino nunca ejerció su profesión, no nació – según él- para eso, y tomó como oficio ser taxista, especialmente los fines de semana, ocasión que le permitía conocer todos los bares de la ciudad; un día ya sesentón y ebrio perdió los estribos y durmió en una “cochinera” en medio de 200 puercos, allí resbaló y perdió el anillo; al amanecer, era indescriptible, el estado del licenciado, quien todavía rascado se le oía cantar aquellos estribillos del recordado cantante Gualberto Ibarreto que decía: A cuerpo cobarde/ Yo traigo una pea/ Que Dios me la guarde/ La puerca conmigo / Y yo con la puerca. El anillo nunca apareció y Albino terminó los últimos días de su vida matando puercos.
“Antes se podía calzar un anillo, hoy ni siquiera una manopla”.

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