miércoles, 11 de enero de 2017

CUENTO: " EL TAXISTA " ( AUTOR SAÚL BRICEÑO FERNÁNDEZ, 2016 )

No hay profesión que tenga más anécdotas que la de un taxista y un vendedor de casas viejas, el primero porque depende del “full chola”, el segundo por la camándula de maldiciones que recibe por su oficio, por coronarse una propiedad ajena, dejando por lo general más descontento que aciertos en el espíritu de las partes de un litigio, ya que siempre se lleva una “tajada” sin ser arte ni parte del dúo comprador -vendedor. El taxista con lo suyo, el vendedor con lo ajeno.
Un día Cayetano Umbría, contrata los servicios de un taxista de la ciudad que llamaban “la lora” y la “aguja” por razones obvias. ¿Está desocupado usted? si señor, suba. ¿Cómo trabaja usted? Trabajo por carrera o por kilómetros, ve ahí el taxímetro -inquirió el chófer- Yo necesito una carrera para trasladarme a un pueblo del Estado Lara que queda a 150 kilómetros, eso vale Bs 15.000 porque el kilómetro lo marca el taxímetro en Bs 100 me deja en la mitad del destino -dice el viajero- sólo tengo para cancelar Bs 7500.
Partimos y en el transcurso del viaje el taxista comienza a reportarse: llevo un acuario…cero peces! cola de caimán, media naranja!…copiado, fuera!En pleno viaje entran en confianza. Cayetano le confiesa, que el oficio de taxista, como el de vendedor de casas viejas es altamente riesgoso y comprometedor. Mi oficio -inquirió- tiene muchas anécdotas, pero la que voy a contar me marcó para toda la vida: en un pueblo del Tocuyo asistí a la venta de una casona vieja, ubicada en pleno corazón del municipio Moran, la compra-venta se hizo larga y tediosa, por los conflictos dejados por la dueña al morir; ella siempre quiso que la propiedad se la vendieran “barata” al cura de la localidad;esto nunca fue posible, puesto que logré venderla a un comerciante próspero de Valera.
Siempre  iba y venía, hasta que por fin se oficializó el documento. Una noche estando en una parada a la espera del transporte para regresar, se me apareció una señora extraña con una inmensa maleta negra, me solicitaba la dirección de una doña llamada Maricela Andrade, ese nombre -dijo- me retumbaba en los oídos y apenas pude responderle, la que yo conocí vive o se mudó para el cementerio; todavía recuerdo la similitud de la “aparecida” con doña Marcela, que se me aparece cada vez que viajo por estos lares tocuyanos, como reclamándome el hecho de haber vendido la casa que heredó de su difunto esposo a un hombre de mal proceder, que trajo al pueblo todos los vicios, pues convirtió la otrora casona respetable, en un prostíbulo.
Siempre se me aparece por esta carretera, no se asuste si nos sale de ida o venida. Terminada la anécdota y ya cerca de la mitad del viaje, el taxista todo asustado aceleró el motor y le dice a Cayetano: Mi patrón! no me queda otra que llevarlo hasta el Tocuyo, pero de regreso no me nombre a esa mujer. De regreso por la vía de Quibor entran a una venta de carne de chivo, allí, Cayetano Umbría le pregunta ¿Cúal ha sido la anécdota que más ha impactado su vida como taxista? Es triste e irónico lo que le voy a contar: Un día un policía -de paso mi compadre de matrimonio- solicita mis servicios de manera urgente, yo lo miro y me sorprende su estado neurótico y nervioso.
Ya dentro del taxi le pregunto ¿que te preocupa? En que puedo ayudarte, compadre? Porque cargas ese revolver? El hombre todo abismado me dice: me acaban de llamar que mi esposa está con un hombre en el hotel “la garza” y voy a matarla…No! no haga eso -le dije -deme el revolver y yo me comprometo a echarle una “paliza” por ser tan sinvergüenza mi comadre, el hombre aceptó espera dentro del taxi y yo voy entrando y oteando pieza por pieza, cuándo el hombre me ve saliendo con una mujer llevando más palo que una gata ladrona,  me grita! No le pegue más porque me la va a matar! a lo que yo le respondí ¡Compadre, la que tengo aquí no es la comadre, es mi mujer! Al final los dos comprendieron que “Un matrimonio sin cachos es como un jardín sin flores”.

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