La evolución del hombre como ser sociable, es constante y va supeditada a los tiempos y coyunturas. A veces sorprende ver en el barrio, en la comunidad, tantos problemas sin dolientes; sus vecinos viven como “turistas” en su propio entorno, se observa poca o nula participación u organización.
A pesar que se ven juntos los vecinos en actos religiosos o reencuentros, caminan y van por las mismas calles, veredas y caminos; sin embargo, pareciera que predominan ciertas barreras, donde aflora el egoísmo, la rivalidad, vanidad, ausencia de pertenencia.
Se habla del surgimiento de personajes muy pintorescos, propia de la picaresca criolla y bastante urbana, se trata del “agachado”, ese nunca está ni en pasado ni en presente, este personaje hace símil con el “vivo criollo” que ha perdurado a través del tiempo y cuya filosofía es el “cuanto hay para eso”. Sin embargo, es una constante la tendencia del hombre a juntarse, a estar cerca el uno del otro; es algo así, como un mecanismo de defensa innato, un instinto de conservación.
Animal débil: el hombre es entre los animales, el más débil ante las adversidades y las inclemencias de la naturaleza, especialmente, las de su propia especie. Desde un principio fijamos en la mente el devenir social del hombre; este fue creado al sexto día, no obstante, Dios creó de antemano todo lo que necesitaba para sobrevivir: tierra, agua, aire, frutas y especies animales, sabanas, praderas, montañas, climas, entre otros; es decir, dispuso las condiciones para que el hombre perdure y no perezca.
También consideró que no debía estar solo, construyó de su propia costilla una mujer, una compañera para que no lo aflija la soledad y para que viva en comunión recíproca.
Visto de esa manera, se puede considerar que el hombre nace bueno porque es obra de Dios y vino al mundo a buscar el bien común, a dar y recibir. Llegó para levantar, construir y vivir en comunión bajo unas reglas y preceptos que hacen posible su felicidad, así como su perpetuidad como género humano.
También le concedió el don de la procreación: «Amaos los unos a los otros», sumando la palabra, el verbo y la comunicación que son reconocidas como herramientas fundamentales para que dialécticamente se entienda con los otros, sus semejantes y puedan juntos crecer en colectivo y permita diferenciar al ser humano del resto de los animales.
Atendiendo a estas premisas, se puede afirmar, sin equívocos, que no hay razones para el hombre deje de ser altruista, benévolo, virtuoso, sabio y constructor de su propio destino en comunidad. Ser incompleto.
Pero, el hombre en su evolución ha demostrado que es un ser incompleto, condicionado por su propia naturaleza, por las condiciones de carácter ambiental, cultural, religioso de grupo, relaciones de poder, vecindad, rivalidad; así como de sus “taras” psicológicas, instintos innatos. De ese mosaico surgen actitudes y comportamientos sociales que giran entre lo justo y lo injusto, sociable e insociable, legal o arbitrario, egoísta o solidario.
A continuación, es pertinente considerar las afirmaciones que sobre este tópico dan luces algunos autores, especialmente sobre el hombre y su naturaleza social: «No existe ser humano extra social» (Cornelius Castoriades, 1922-1977).
Juan Jacobo Rousseau y sus ideas sobre “Salvaje bueno”, con el que se explica después de sociedad o contrato social como una necesidad para superar los obstáculos.
Thomas Hobbes afirma que el hombre es “mezquino” y “egoísta” en estado natural y se asocia para evitar la muerte violenta. Este planteamiento lo conseguimos en su obra Leviatán y aliña su observación con una frase muy sugerente sobre el particular Homo homini Lupus, el hombre es un lobo para el hombre; que según Hobbes, el “egoísmo” es básico en el comportamiento humano, aunque la sociedad intenta corregir tal comportamiento favoreciendo la convivencia.
Aristóteles, afirma que: «El hombre es un ser sociable, incapaz de vivir solo». Ser sociable, la evolución del hombre como ser sociable, es constante y va supeditada a los tiempo de épocas, coyunturas; es decir, condicionado por los cambios, esto se explica porque nada es estático, todo cambia y se transforma.
El hombre es “mundano”, sociable y político (BirdartCampis, 1950). La mundanidad, significa que el hombre esa situado con sus circunstancias, su cultura y su historia, que dirige los cambios y la perduración de los comportamientos. Entonces, la mundanidad es la relación dinámica del hombre, lo que nos conduce la idea de sociedad. Significa que el hombre convive con los demás, relacionándose e interactuando a través de símbolos y transmisiones de ideas.
Volviendo a Aristóteles, este afirma que «Solo el hombre entre los animales posee la palabra para manifestar lo conveniente y lo dañino, lo justo y lo injusto. Es decir, por naturaleza la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros».
Por otro lado, entre los social y lo político, surge el estado paternalista que sustituye la voluntad del vecino para buscar soluciones a los problemas que le afectan en lo individual y colectivo, disminuyendo de esta manera el surgimiento de verdaderos líderes que se avoquen a la organización y se conviertan en actores y ductores de su propio desarrollo, tanto individual como colectivo.
Estatismo asfixiante. Este protagonismo del estado constituye una barrera contra la participación protagónica. Desde nuestra vida escolar, hace bastante tiempo, los maestros narraban del “manojo de espigas” que explicaba la angustia de un padre al ver a sus cuatro (4) hijos divididos, perturbados por la desunión.
El padre tomo la iniciativa de llamar a sus hijos otrora, en permanente rivalidad y egoísmo entre unos y otros. Frente a los cuatro, les mostró el “manojo de espigas”, y a cada uno los emplazó a que quebrara el manojo, ninguno pudo; luego el padre los llamó de nuevo y sacó del ramo una espiga para la quebraran y el resultado fue obvio.
La conseja de este cuento es: “Unidos somos fuertes, desunidos o divididos seremos débiles”.
Ante tales consideraciones y conocida la naturaleza del hombre, es menester buscar un punto de encuentro, donde los hombres convengan en regular y normar su convivencia, donde no se permita la imposición del más fuerte, más apto, recordando aquella premisa del socialismo: «A cada quien, según su capacidad, a cada quien según su necesidad».
De conformidad con lo anteriormente expuesto, nace la imperiosa necesidad de crear el Estado, institución que tiene su origen en un contrato de los hombres convertidos en ciudadanos; este tiene como objetivo mayor el bien común y se fundamenta en la constitución que expresa el mapa o el modelo de país que se ansia, a la cual todos deben acatar y someterse por el bien de todos.
Proceso de transición en Venezuela. Se está viviendo un proceso revolucionario de transición del capitalismo hacia el socialismo, donde se abren ventanas de la participación, pasando de una democracia participativa a una democracia protagónica que permita al ciudadano ser actor de su propio proceso de crecimiento.
A través de los consejos comunales y del poder comunal se logra transferir poder al pueblo, todo ello sustentado en una arquitectura política y jurídica que garantizará un nuevo modelo que descansa en la organización-participación democrática y para lo cual se requiere un alto sentido de convivencia revolucionaria que vaya más allá de lo inmediato y de lo cotidiano. Porque nadie defiende lo que ignora, lo que no conoce.
Para concluir, la participación y el sentido gregario deben ir acompañados de la voluntad que es una manifestación de nuestro interior, de nuestra convivencia, de nuestra espiritualidad; solo así se conduce hacia el logro del bien común, la justicia y la equidad, es la convivencia y la verdadera comunión entre hermanos.
Diálogo y unidad. El verbo, la palabra y la comunicación son herramientas para el encuentro, la comunión, convivencia, todo ello permite la unidad dentro de la diversidad, la inclusión y a reconocernos que tenemos diferencias, debilidades y actitudes que pueden ser equilibradas en función del grupo, del colectivo; es el reconocernos en el otro.
El verbo y la palabra bien orientada y conducida sanan, recrean, unen; mal orientadas hieren, dividen, destruyen. Aprendamos de las abejas, de las hormigas. Necesitamos trabajar en equipo y en colectivo.